Los padecimientos físicos y mentales perjudican nuestra salud física. Una ansiedad o depresión desmedida puede provocar un padecimiento físico grave, e incluso impedir la capacidad de sobrellevar o recuperarse de uno. 

El cuerpo humano no reconoce la separación que los profesionales médicos hacen de los padecimientos mentales y físicos. Lo que sucede dentro de la cabeza de una persona puede tener efectos nocivos en alguna parte del cuerpo y viceversa. Una enfermedad mental que no se trata puede aumentar de manera significativa el riesgo de contraer alguna dolencia física grave y a su vez los trastornos físicos pueden derivar en comportamientos que empeoran las afecciones mentales. 

En un estudio realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, que tenía el objetivo de hacer un seguimiento de cómo les iba a pacientes con cáncer de mama, reveló que las mujeres cuya depresión disminuía vivían más tiempo que aquellas cuya depresión empeoraba. 

Este estudio y otros han demostrado algo muy claro: el cerebro está conectado de manera estrecha con el cuerpo y el cuerpo con el cerebro. El cuerpo tiende a reaccionar al estrés mental como si fuera estrés físico. 

Muchas personas se resisten a buscar tratamiento para padecimientos emocionales, algunos con ansiedad o depresión tal vez teman ser estigmatizados. Muchos otros intentan curar por su cuenta su malestar emocional adoptando comportamientos como  el consumo excesivo de alcohol. 

La ansiedad y la depresión

Cuando uno está estresado, el cerebro responde con la liberación de cortisol, el sistema de alarma de la naturaleza que evolucionó para ayudar a los animales que se enfrentan a amenazas físicas aumentando la respiración, elevando el ritmo cardíaco y redirigiendo el flujo sanguíneo de los órganos abdominales a los músculos que ayudan a afrontar o escapar del peligro.

Estas medidas de protección provienen de los neurotransmisores epinefrina y norepinefrina, que estimulan al sistema nervioso simpático y ponen al organismo en alerta máxima. Pero cuando se invocan con demasiada frecuencia y de manera indiscriminada, la sobre estimulación crónica puede dar lugar a todo tipo de malestares físicos, como indigestión, calambres, diarrea o estreñimiento, y un mayor riesgo de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular.

La depresión, es menos común que la ansiedad crónica, pero puede tener efectos más devastadores en la salud física. Aunque es normal sentirse deprimido de vez en cuando, más del seis por ciento de los adultos tiene sensaciones persistentes de depresión a tal grado que ésta perturba las relaciones personales, el trabajo y el tiempo libre al grado de afectar la capacidad para lidiar con la vida cotidiana.

Para empeorar las cosas, la ansiedad y depresión desmedidas suelen coexistir, lo cual hace que las personas estén vulnerables a extensos padecimientos físicos y a una capacidad de adoptar y seguir la terapia que necesita. 

El tratamiento es vital 

Si bien la ansiedad y la depresión persistentes son tratables en gran medida con medicamentos, terapia cognitivo-conductual y terapia de conversación; sin tratamiento, estas enfermedades tienden a empeorar.

Es vital acercarse con un especialista, el tratamiento de cualquier padecimiento funciona mejor cuando los médicos comprenden las presiones a las que se enfrentan los pacientes, que afectan su comportamiento y provocan daños clínicos.

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